Por la brisa y el color de mi ciudad,
Las copas altas de los caobos y las ceibas,
Los matices de las tardes de Diciembre
De aquella
Mi niñez,
equivocado me sentí inmortal
y sali a retar
fui injusto en el coliseo,
clamé por sangre,
ese fui
yo
en la bomba de gasolina en la calle Bolívar
llenando el tanque del Volkswagen con un fuerte,
para cruzar el país y estar a tiempo en la boda de los Méndez,
o en la plaza de toro de la Feria del Sol,
Luisito, soñé contigo querido tío, te vi ajeno,
qué es de tu muerte,
Irri, me dijiste, a todos nos alcanza la misericordia de Dios
y te calzaste el sombrero,
empinaste la bota de vino y la plaza de toro rugía como siempre,
Pero sin gente,
Estábamos solos ante la gloria de Dios
Éramos personajes de un costumbrista, tu, el Topo de Ejido y
Yo el patético Pataslargas,
Aun con mucho trecho por andar, para desencantarme
Del circo y sus ilusiones
Siento nostalgia por ese país sin calor siempre cálido,
país que nunca fue y en el que no se muere,
allí están los otros,
en el viejo Desoto de mi papá
a la moda de los años sesenta y en Gloria,
entrando en la casa, desencajada, con el periódico en la mano,
Asesinaron a Kennedy, recuerdo estaba echado en el piso,
jugando con mis carritos de hierro,
al lado del mecedor de mimbre,
ella en el barrio más rojo de Caracas,
casi lloraba la muerte del presidente yanki
aquella casa, tan grande me parecía, un pasillo interminable
que un adulto desandaba a dos trancadas,
todas estas noches
aquellas atmosferas han vuelto con fuerza
con todos mis muertos y mis culpas,
me levanto ahora, con ánimos de encontrar una playa
al norte,
un lugar en Irlanda,
un lugar familiar y desconocido
donde pueda tejer un sombrero de paja.


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