Amor con tres O y una jiba

Israel Centeno

«La niebla se aferraba a la noche como un sudario, ocultando los latidos de los corazones rotos»
Rock anónimo.

La amé con la ferocidad de un roedor “rabioso”, desafiando la razón y el decoro. Su esposo, una sombra impotente, no pudo detenerme. Sus amenazas eran huecas, sus miedos, patéticos. La perdición de los tres sería nuestro trofeo, un destino que muchos codician pero pocos alcanzan. La amaba sabiendo que la perdía, y aún así, la hice sentir la intensidad de una vida entera en cada instante robado. Nos lanzamos al abismo con la euforia de los condenados, buscando la trascendencia en la desesperación. Esperar menos hubiera sido una blasfemia. Necesitaba su esencia, su ser, sin importar el precio. Abrazamos el caos como una forma de belleza, la exaltación de la destrucción.
La convertí en mi ruina, en el triunfo macabro de mi existencia. Nos traicionamos sin tregua hasta llegar al odio, porque las grandes historias de amor solo terminan en el desprecio.
Ahora, cada amanecer nos encuentra solos, buscando en la oscuridad el camino hacia un volcán apagado, donde otras almas perdidas nos ofrecen el néctar amargo que calma nuestra sed. En este desierto, el amor es un banquete de desolación, donde cada bocado nos recuerda nuestra condena.


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