Hasta que te conocí

La historia se una canción.

de la Serie, Yo regalo mis cuentos

(Fragmentos de una confesión amarga sobre literatura, amor y otras formas de autoengaño)

—Yo era feliz, marico. No te rías.

—¿Feliz tú?

—Sí, pana, antes de conocerla… antes de conocerlos.

—¿Quiénes?

—Los que me jodieron la vida. La pandilla esa. Tejas, Zamurito y el otro, el más ladino, que terminó montando una editorial en Grecia, con logo minimalista y todo.

—¿Pero no que eran tus panas?

—Eso creía. Yo no sabía de tristezas, ni de lágrimas, ni nada que me hiciera llorar. Sabía de cariño, de ternura. Eso me enseñó mi mamá. Eso y muchas cosas más. Yo jamás sufrí, jamás lloré.

—¿Y después?

—Después los conocí.

Todo comenzó en los foros literarios. Foros, te lo juro. Como si la palabra escrita tuviera futuro en una pantalla con fondo negro y letras Times New Roman 12. Empezamos troleando autores. Pequeños, gordos, flacos, progres, provincianos. No importaba. El punto era demostrar que todos estaban sobrevalorados, menos nosotros. Especialmente yo, aunque nunca lo dijera en voz alta.

—Marico, ¿tú has leído ese cuento de la chama esa, la que ganó el premio en Mérida?

—Nah, eso es un refrito de Bellatín con perfume.

—Dale plomo, pues.

Así funcionábamos. Tres voces, un teclado. Y luego llegó ella.

Perlita.

Actriz porno retirada, exiliada emocional. Su pasaporte estaba vencido, pero su mito tenía visa perpetua. Vivía de sus glorias inventadas: que si en Condesa fue amante de un libretista mexicano, que si en Los Ángeles la dirigió un tipo que después ganó un Emmy. Pero aquí, en Caracas, sobrevivía vendiendo cuentos eróticos en antologías que nadie compraba y dando talleres donde se hablaba más de Bukowski que de sintaxis.

—Yo vivía tan distinto, ¿sabes? Algo hermoso, algo divino. Pero no de soledad. Hasta que me topé con esa mujer que olía a humo de clavo y fracaso de feria.

Tejas cayó redondo. Lo peor es que el tipo tenía talento. De verdad. Enano, calvo y malparido, pero escribía con filo. Y se enamoró como se enamoran los que ya no tienen remedio. Como se enamora un cuchillo sin mango.

—¿Y tú?

—Yo fui feliz. Aunque con muy poco amor. Y muy tarde comprendí que no la debía amar.

El plan era claro: montar una narrativa alternativa. Romper el canon, reventarlo desde adentro. Usaron el blog del hijo de papi, el que tenía apellido de conde y bolsillos sin fondo. Desde allí reventaron columnas, destruyeron reputaciones y se dieron el lujo de publicar manifiestos con frases como:

“El verdadero escritor no busca premios: escupe sobre ellos”

—¡Y tú firmaste eso!

—Con seudónimo, claro.

Cuando Caracas hizo crack, ellos se montaron en la onda: posrevolucionarios con perfume. Se presentaban como los últimos herederos de algo que nadie sabía qué era. Y Perlita, esa musa putrefacta, los legitimaba con su decadencia.

—¿Y después?

—Después el más vivo se fue. A Grecia, papá. Se llevó a Perlita como si fuera un ícono bizantino. Allá la vendió como exiliada literaria de la dictadura del realismo sucio.

En Salónica, o en una aldea con nombre impronunciable, Perlita sedujo a un poeta macedonio. Dicen que tenía conexiones en la Feria de Praga. Lo cierto es que el tipo le consiguió un contrato sin que ella escribiera una sola línea.

—Y así nació Triángulo en Caracas.

—Sí. La novela que usó mi nombre, mi amor, y los últimos días de Chávez como telón de fondo.

—¿Y qué dijiste tú?

—Nada. Leí la reseña en ¡Hola! y me reí como se ríe un tipo que ya no tiene dientes.

“Por fin Venezuela tiene su Madame Bovary tropical”, escribió una hija de la Duquesa de Alba.

Los libreros bostezaron. Los críticos fingieron orgasmos. Y yo… yo pensé en ella.

—Ahora dime tú, pana: ¿valía la pena haberla conocido?

Silencio.

—No te creo más, Perlita. No te quiero ver jamás. Vete.

—¿Estás llorando?

—No, marico. Es que me cayó una astilla del pasado en el ojo.


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One response to “Hasta que te conocí”

  1. exuberant1ef5447547 Avatar
    exuberant1ef5447547

    Coño poeta, pluma corrosiva, descreída de ácido y no lisérgico

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